.... Y VENIR DE SU IMPERIAL MANO

Nunca Ella dijo nada y mucho menos nos negó nada. Nos dio las cosas en el momento justo y siempre para nuestro bien, y ni que decir tiene que todo a su imperial gusto, glorificando al Soberano Poder, el cual sería Padre, Hijo y Esposo.

Todo esto rodeada de su corte de santos con los que, en nuestros años de existencia, hemos convivido e incluso hemos sido testigos de su elevación a los altares. Esta corte se extiende en el arco desde Pedro, Juan Evangelista, Francisco, Clara, P. Manuel, Juan Diego, hasta el Beato Juan Pablo II, pues todos han delegado en Juan de la Cruz para hacernos llegar la buena nueva, en un tiempo morado de adviento y a los pies de la cruz del PX, con una nota blanca y de esparto para nuestro hábito nazareno.

Pido perdón en primera persona, pues es desde mí de donde parte esta historia que se extiende hasta mis hermanos de Junta y todos los agrupados, a todas aquellas personas que se sientan defraudadas por nuestra erección canónica, por el fracaso de todas sus trabas, socavones, fosos impenetrables, calumnias, faltas de confianza, faltas de colaboración con nuestros proyectos, su cobardía, su no aceptación y cuantas y cuantas cosas se quedan en el tintero.

Pero para Dios nada hay imposible, al igual que para la Imperial Señora que se fijó en un humilde indio en el Tepeyac para quedarse estampada en su Tilma. Lo reafirma en este año de la Fe, quedándose en esta sencilla Agrupación, que ya Erigida Hermandad, la llevará convertida en cofradía por las calles de Sanlúcar.

Guadalupe del Carmelo,
Imperial Rosa de Castilla,
con fragancia de Jara.
De los jardines del cielo,
Soberana Señora del baptisterio.
Emperaora de la calle San Juan,
Azahar del pradillo,
para llenar de gloria y luz
a toda la Sanlúcar cofrade,
la noche de tu primer Lunes Santo.

Es de bien nacido ser agradecido, así que agradezco a de todo corazón a los agrupados que partieron al Tepeyac celeste y que gozan ya de la Real presencia de Jesús y de María, que aunque partieron por nada y se truncaron sus ilusiones, ellos son los artífices de estos hechos. Desde ese día Pedro, el portero, tiene que andar loco con ese Jesús del Prado descalzo evangelizando en la portería; el gordo grande desde temprano levantado dando el coñazo con la procesión; el Manolín del Rio dando manotazos, ordenando flores y rectificando pañuelos, rosarios y joyas de la Señora; Lolita Núñez con sus manteles y tocados; Sor Pilar, Sor Celina y Sor Clara bordando ajuares de oración. No me podía olvidar de la tata Juana cantando nanas al niño de la Jarita, que aunque se empeñen algunos, lo parió Guadalupe en un portal de la Jara después de haberse marchado de Belén. Y muchos más que se quedan en el anonimato, como era su deseo, pero que su premio de gloria lo empezamos a vivir nosotros ahora.

Tampoco me puedo olvidar de mi Junta de gobierno y de los responsables seglares en cada curso, que han realizado y mejorado las ideas que yo les inculqué desde la fundación. A los que han colaborado desinteresadamente y sin pretensiones con esta causa, gracias.

Al párroco emérito del Carmen que atendió mis necesidades cuando llamé a su puerta con la virgen montada en la burra en la calle San Juan, y me abrió sus puertas siendo valiente en hospedarnos a pesar del ceño fruncido de algún posadero ingrato. Gracias estimado Esteban, no lo olvidaré. A ti debo ser el delegado de culto de la Parroquia del Carmen.

Y como el roce hace el cariño, en mi corazón llevo a mi Parroquia del Carmen, que me lo ha enseñado así y en muy poco tiempo, un humilde párroco con porte de Obispo, con una Fe que lo hace sabio, que tiene esperanza en Dios y en su caridad, y que lo hace grande ante Dios. Sus pretensiones son solo el servir, y tiene fragancia de santidad (por Dios que no me oiga decir esto, que me tira en el pilón del Pradillo) Su valentía y buen hacer ha despejado todas las dudas que pudieran surgir y lo ha demostrado. No escribo su nombre porque no le gusta y lo puedo escribir mal, pero es igual de nombre como de bueno que el marido de la Lupe.

Y para acabar os cuento un cuento, que no es de navidad como los suyos.

"Erase una vez un árbol que cuando se disponía a dar frutos, el hortelano le hacía podas radicales, una tras otra, pero el árbol volvía a florecer y cada vez con más brío.

La huerta cambió dos veces de dueño, tres de administrador y seis de hortelano, pero el árbol nunca cambió. El sexto de los hortelanos no lo podó, sino que lo regaba con cariño, lo dejó crecer en el amor, y ahora tiene frutos.

El árbol y la buena labor tenían la razón. Dios perdone a los malos hortelanos, pues el árbol ya los perdonó por no haberle dado la mejor de su labor.

Y termino dando gracias a Dios y a su madre Guadalupe, que ha tenido a bien hacer realidad mi ilusión de regalarle a Sanlúcar una Hermandad con esta antigua devoción".



Jesús Guerrero Jiménez 

1 comentario:

  1. Emocionante carta. ¡Felicidades desde lo más profundo de nuestro corazón!

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